Nos observa todas nuestras aserruchadas y martillazos, y también nos guia. Una mañana de un once de enero nos visita por primera vez un pájaro carpintero, su cabeza de color rojo
nos transmite su identidad, golpea el tronco de un torcido cohiue, nos da el ritmo con el que continuaremos construyendo nuestro refugio, la bodeguita del pájaro carpintero.